miércoles, 16 de julio de 2014

Servicio al Cliente y la Realidad Social Dominicana

Roberto Turull




Servicio al Cliente. Esta frase se ha hecho tan conocida y popular en los últimos años, que la mayoría de las empresas en el mercado utiliza el término como un símbolo  de calidad. El énfasis en el servicio ha penetrado también en las entidades públicas y todo tipo de conglomerado.
La bien recibida asistencia ha sido creada para hacerle frente al flujo, cada vez mayor, de consumidores  y a la inmensa variedad de productos disponibles con las transacciones que supone este incremento.

En República Dominicana se han establecido áreas convertidas en el primer punto de contacto, la primera estación de recibo personal o telefónico de cualquier lugar que ofrece bienes y servicios. 

Escritorios, recepciones y ventanillas proliferan por todos lados para centralizar la información. El favor no se detiene ahí. A partir de ese momento de interacción, se inicia un flujo de contactos que rige la operación que queremos consumar. El servicio al cliente es toda la gestión que implica el contacto entre  un cliente y un proveedor con el objetivo de producir la satisfacción de ambas partes.

También se reconoce que es un beneficio recibido por el consumidor para hacerle más eficiente su misión al gastar dinero o validar su interés en obtener lo que busca.
No hay duda de que la implementación de esta facilidad, o puesto de otra manera, este objetivo de atraer clientes, ha significado una mejora en la relación cliente-negocio. Todo negocio debe tener buen servicio si desea prosperar.

Sin importar los esfuerzos empresariales y los adelantos en gestión administrativa  para la búsqueda de respuestas a las múltiples demandas, siempre se presentan dificultades y situaciones incómodas. A medida que interactuamos más, así se incrementan los desacuerdos.

Dicen los expertos en comportamiento humano, que estamos afrontando  una crisis mundial de recursos humanos.  Las razones de esa crisis son variadas y van desde la situación económica hasta la disfunción familiar. Aunque acostumbramos a cargar la culpa de un mal servicio en aquellos responsables de brindarlo, no siempre el cliente tiene la razón. Una mala experiencia en nuestros intercambios no necesariamente es culpa del servicio.

Un cliente se acerca al personal para preguntar, expresar alguna queja, y conseguir la solución a su problema o cuando menos una orientación que le satisfaga; muchas veces, sin embargo, no es necesario recurrir a consultas y basta con saber que hay todo un mecanismo de apoyo que orbita el lugar donde estamos. El servicio está disponible y lo es todo, desde el control de la temperatura hasta la sonrisa de un empleado.

Las empresas en sus prácticas de administración moderna han puesto mucho interés en la atención al cliente y en esa actitud proveen constantemente capacitaciones y entrenamientos  a sus empleados, sobre todo a aquellos que dan la cara al público

¿Es siempre de nuestro agrado la experiencia comercial? No.

Con frecuencia todos nos quejamos de la deficiencia y hasta ausencia en los servicios. Es una realidad que vivimos diariamente y no debe sorprendernos que nuestras transacciones transcurran con descuidos, discusiones, enfrentamientos. No todas son así; también se realizan muchas con satisfacción tanto para el cliente como para el servidor de turno.
   
Me considero un usuario promedio de toda la variedad de servicios del mercado;  el conocimiento  acumulado de años como consumidor, me permite hablar con propiedad sobre  las experiencias vividas.
Yo, frecuentemente, soy de los que me quejo, protesto y hago valer mis derechos, pero hay que detenerse a pensar sobre quién recae la responsabilidad de que los recursos humanos que nos sirven, fallen tanto.

Cierto es que todos tenemos una personalidad diferente y no podemos pretender que al entrar a un lugar nos reciban con abrazos, pero busquemos la raíz de las deficiencias y vamos a entender su razón de ser.

La cajera que no le sonríe, el vendedor que lo ignora haciéndolo invisible y todas aquellas personas que conforman el universo de subordinación jerárquica nos causan disgusto. Tenemos derecho a protestar y a exigir un buen trato, hasta devolver el desagrado es aceptable, pero siempre dejemos un espacio para comprender nuestras realidades sociales.

El empleado dominicano de nivel medio hacia abajo en la estructura  organizacional de cualquier empresa, proviene de un estrato socioeconómico de insuficiente nivel académico y débil formación profesional.

Piense usted en la vida de un empleado de baja categoría.
Ese empleado reside en una zona marginada con escasa calidad de vida y debe enfrentar diariamente los inconvenientes  de una sociedad desorganizada económica y socialmente. Luego de pasar una noche con un calor tremendo, inicia su día levantándose de una cama en mal estado. Si por casualidad pudo utilizar el abanico, de seguro su disfrute fue breve pues la “luz” llega sólo unas horas.

Para su aseo personal, si tiene el privilegio de un tinaco, podrá bañarse; de lo contrario deberá recurrir a un lugar donde hay una llave de uso general que tiene agua esporádicamente y hacer magia para asearse con un jarro. Al salir de la vivienda (porque casa implica ciertas comodidades), esta persona debe pasar por el calvario del transporte. Es común que deba utilizar hasta 4 medios para movilizarse y llegar a su trabajo. Primero el motoconcho que la saca del barrio, luego la guagua que la deja en un punto donde la “ruta” de vehículos públicos es la mejor opción y, si ha llegado cerca de su destino, caminará algunas cuadras para poder presentarse a tiempo y evitarse una amonestación.
El Metro ha simplificado esta travesía a unos cuantos pero su alcance y utilidad no ha beneficiado  a la mayoría de la población.

Nuestro protagonista se pasa el día pensando en lo que ha dejado en su vivienda, ya sea hijos o envejecientes, y con el temor a que otros le roben las pocas pertenencias que con sacrificio y altos intereses ha podido lograr. Además, también le preocupa que para regresar, luego de su jornada laboral, debe realizar el mismo recorrido y enfrentar la rutina del desgaste físico y moral.

Esta reseña revela una realidad que afecta a cientos de miles de dominicanos. La clase trabajadora es la masa humana que soporta la estabilidad del país, si no lo cree, analice una huelga; pero esa masa, vive en condiciones alarmantes de pobreza y es la que normalmente  realiza los trabajos más duros y de menos prestigio. Son los operarios del sistema. No se  puede pretender que el servicio que están llamados a cumplir será ejecutado de la forma esperada. Una persona que ha pasado por el proceso antes citado no puede sonreír.

miércoles, 9 de julio de 2014

Comunicación y Concentración

Roberto Turull


La comunicación, esa transferencia y compartir de conocimiento entre el parlante o emisor y el oyente o receptor, ha sido la clave de la evolución humana. El lenguaje, como forma más efectiva, rápida y directa de comunicación nos ha dado una ventaja inherente. Hemos evolucionado, pasando de sonidos onomatopéyicos, señales de humo, gestos y movimientos manuales a lo que somos hoy en día: máquinas de comunicación. Desde hace años, también se le presta atención, al lenguaje corporal que, sin ser verbal, comunica.

Desde que nos despertamos, estamos comunicándonos con nosotros mismos y todo lo que sigue en el día es transferencia de información y toma de decisiones. Recibimos y pasamos noticias. Los medios para comunicarse son diversos y a medida que la tecnología avanza las opciones son mayores, aunque  no necesariamente mejores.
Resulta, que el éxito o el fracaso de cualquier tarea serán definidos no sólo por la capacidad de comunicarse, sino por la concentración que  ponga tanto el que transmite como el interlocutor. Cuando la acción depende sólo de nosotros el desarrollo es todavía más dificultoso

La concentración es un proceso de razonamiento centralizado en todo acto de nuestras vidas;  para todo es  fundamental. Imagínense si no nos concentramos al estudiar, al escuchar una clase, al ver una película o leer un libro, al enviar un mensaje o para los simples quehaceres del día. Piensen en el piloto, el astronauta, y todos los oficios y profesiones de alta responsabilidad.
Hagan un recuento de todos los detalles que cada día pasamos por alto, por sencillos que sean, y verán que son demasiados.

Cuantos problemas se evitaría la gente si prestara atención concentrándose sin distracción. Los humanos han perdido en gran manera esa capacidad. Se ha estudiado el rango de concentración o atención de las personas. El tiempo dedicado en  atención para un asunto sin distraerse, cada vez es más reducido. Existe una falta enorme de esa habilidad  en todas las faenas diarias.

¿No han notado que  preguntar “Qué” a todo lo que se nos dice se ha convertido en una manía?

La tecnología es culpable en gran parte de esta situación. Si bien la tecnología ha revolucionado al mundo moderno trayendo consigo facilidades y avances nunca soñados, se supone que para bien; a la vez nos ha limitado la capacidad de atención.

Actualmente, las personas prefieren documentarse con cápsulas informativas en vez de leer el texto completo, buscamos los titulares y no el cuerpo del escrito. Nos guiamos de Wikipedia o cualquier otro medio informativo del internet que nos simplifique la vida. Sólo basta con buscar al instante el título de una obra y su autor y no tener que leer la obra. 

Nos vamos “entorpeciendo”, nos conformamos con la superficie y no con el fondo. Si vemos televisión pasamos mil veces los canales y cuando nos interesa algo, lo interrumpimos para atender los mensajes de WhatsApp o de Facebook, aparte del baño y la cocina.

Insisto, no ponemos atención. ¿No han escuchado la frase? : “El dominicano no lee” refiriéndose a la información en sus manos. Eso es aplicable en todo el mundo. Simplemente ganó la comunicación y   perdió la concentración.

Citaré algunos casos comunes donde este problema está dañando la calidad de vida:

·     En el cine o teatro debe pasar media hora desde que oscurecen la sala para que el público se acomode produciéndose las siguientes manifestaciones: hablan por celular, van al baño, al concesionario de bebidas y comidas, miran alrededor y se cambian de asiento. Hagan ese ejercicio de observación  y notarán que media hora es el período que la  gente se toma para mantenerse quieta en su butaca. No es cierto que se  concentran en la película.

·        ¿Han notado que los camareros hacen creer que apuntan todos los requerimientos del cliente? Recuerden el cuento del camarero que escucha la orden del filete: término medio, con salsa bernesa,  puré y guarnición de vegetales hervidos; y al pasar la orden a la cocina sólo dice: “Un filete”.

·      Vas al sastre,  explicas los detalles de lo que quieres y el maestro parece entenderte pero cuando da las indicaciones a los operarios, entre la música a todo volumen y los cuentos repetidos pierden la noción de su trabajo.

·     ¿Le pusieron el color que pidió o el nombre que solicitó en su bizcocho?: Claro que no; falta de concentración al escuchar, al leer y al transmitir.

·        El plomero: No he vuelto a utilizar a uno que en un momento crucial para controlar una fuga de agua, interrumpió el trabajo para salir a chatear ¡En serio!

·        Las fotocopias: ¿A quién le han reproducido la cantidad exacta y forma correcta de lo que ha pedido fotocopiar? ¿Han visto el relajo con que se manejan los empleados en centros de reproducción de documentos?

·        ¿Quién no ha olvidado un recibo para reclamar algo?

      ¿Quién no ha olvidado dónde dejó las llaves o los espejuelos?

·     Ok,eso es olvido, pero a eso me refiero; no es que eres olvidadizo, es que tu concentración es débil.

·     ¿Va al supermercado con una lista mental y hasta escrita y se le olvida comprar algo?

·     El índice de error en los trabajadores es más alto hoy que antes. ¡Está demostrado!

·      Las empresas se han visto obligadas a bloquear las redes sociales.


·        Las cajeras de los bancos son interrumpidas frecuentemente por sus compañeras y por los vagos que merodean los bancos. El otro día una contó 5 veces el efectivo en sus manos porque un cliente llegó de la calle y le pasó un pastelito. ¿Saben lo peor? ella lo aceptó gustosa y le dio una mordida mientras yo esperaba en su ventanilla.


jueves, 3 de julio de 2014

Deficiente Educación


Por Roberto Turull




Cuando cursaba la primaria, me tocó vivir el final del régimen trujillista y los 4 años de inestabilidad y confusión política que le siguieron. Luego estalló la Revolución de abril de 1965. Estando en intermedia y bachillerato corrían los años turbulentos de la recuperada democracia: Los 12 años de Balaguer. Todos los días las noticias reseñaban la etapa transformadora que vivíamos, y los estudiantes, no importa el grado que cursaban, se mantenían enterados de los acontecimientos. En esos años nacían los diarios vespertinos . Aún el que era un ermitaño, no podía impedir ser tocado por las noticias, y no es para menos. Los eventos de los 60´s y 70´s marcaron las generaciones dominicanas que surgían y nos hicieron entender que los cambios eran necesarios.

Los procesos evolutivos de carácter social, económico y político se daban en todas partes del mundo.

Los países que participaron en la Segunda Guerra Mundial en los años 40 eran los países de mayor desarrollo. Para ellos la década de los 50 fue un período de bienestar y avance tecnológico y científico pero también fueron afectados por  desconfianza política con la Guerra Fría, Corea y Cuba. Luego otra guerra, la de Vietnam en los 60´s provocó cambios drásticos y una revisión sociopolítica y económica. Fue una Era de protestas y enfrentamientos; avances y retrocesos; luchas raciales, exploración espacial, armas nucleares y extremismos.

No pretendo ni remotamente ofrecer una clase de historia contemporánea, más bien me entusiasmó sobrevolar la cronología de esa época, porque precisamente esa historia de la segunda mitad del Siglo XX es muy poco conocida entre los jóvenes dominicanos. Es por eso que con mi introducción trato de  ambientar lo que me obliga alertar.  

República Dominicana fue protagonista de hechos dignos de recordar. Me inquieta y sorprende que en las escuelas y colegios dominicanos no se le dedique más tiempo a estudiar ese período histórico. Nos señalan repetidamente que la Pinta, la Niña y la Santa María salieron del Puerto de Palos de Moguer, que Rodrigo de Triana gritó Tierra y que María de Toledo se paraba en el balcón del Alcázar y sin embargo no se analizan los hechos contemporáneos.

 Nuestra historia tiene lagunas producto de años sin acontecimientos documentados relevantes y los pocos, se daban espaciados unos de otros como ocurrió en los 1600’s y 1700’s, ¿Por qué entonces  no se le da  más importancia a la historia reciente? Les reto a preguntar a los jóvenes que hoy están cursando el bachillerato y la universidad si conocen  las causas del ascenso al poder de Trujillo y cómo se afianzó en ese poder; quienes fueron los héroes del 59, los del 61, y su importancia histórica; lo sucedido entre los años 1961-1965; las causas de la Revolución del 65; la intervención norteamericana y el experimento democrático del 66-78.  


Visité hace unas semanas una exposición fotográfica de Thimo Pimentel en ocasión del aniversario No.  49 de la Revolución del 65. Fue increíble observar jóvenes  hacer comentarios que demostraban el desconocimiento total -hago énfasis en Total- de lo ocurrido. Siento pena al ver cómo las nuevas generaciones están mejor enteradas  de la vida de Bill Gates y Carlos Slim que de aquellos que forjaron la paz en el país; que sepan nombrar 5 corporaciones multinacionales todas de tecnología y no sepan cuáles fueron las primeras empresas dominicanas realmente exitosas, y que conozcan en detalle la inmoral vida de la familia Kardashian del programa de televisión norteamericano y no conocen la vida de Juan Pablo Duarte.