Roberto Turull
Llevo tiempo observando una situación
que sucede con frecuencia en conciertos de
música clásica, recitales, ballets y obras de teatro: Las exclamaciones de “Bravo”
y las ovaciones de pie sin que verdaderamente
el artista lo merezca. El problema naturalmente se da porque el público no sabe
distinguir la alta calidad de lo mediocre y aclama a los artistas incompetentes.
Este reconocimiento inmerecido fomenta la mediocridad. De esa manera,
presentaciones de bajo mérito terminan injustamente glorificadas. Si la calidad
del público está en decadencia, éste no
sabrá apreciar entre lo bueno y lo malo. Peor aún, lo tradicionalmente bueno también
podrá ser considerado malo ya que tiende a validarse lo que la mayoría
disponga. Lo mismo sucede con todas las manifestaciones culturales. La
apreciación de la excelencia, exige que el público tenga
un nivel cultural que le acredite con una condición de conocedor. Sólo así, esa
fusión de arte y valor tendrá su merecido reconocimiento. Pienso que cada vez
hay menos personas cultas; por eso, cualquier absurdo es elogiado. Ya nadie se
envuelve en investigaciones profundas, salvo excepciones por supuesto que son
minoría tanto en la República Dominicana como en el resto del mundo. Sobre ellos pesa la responsabilidad de mantener viva la calidad cultural, científica y de
otros órdenes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario