martes, 2 de diciembre de 2014

Saber o no saber

Roberto Turull



Llevo tiempo observando una situación que sucede con frecuencia  en conciertos de música clásica, recitales, ballets y obras de teatro: Las exclamaciones de “Bravo”  y las ovaciones de pie sin que verdaderamente el artista lo merezca. El problema naturalmente se da porque el público no sabe distinguir la alta calidad de lo mediocre y aclama a los artistas incompetentes. Este reconocimiento inmerecido fomenta la mediocridad. De esa manera, presentaciones de bajo mérito terminan injustamente glorificadas. Si la calidad del público  está en decadencia, éste no sabrá apreciar entre lo bueno y lo malo. Peor aún, lo tradicionalmente bueno también podrá ser considerado malo ya que tiende a validarse lo que la mayoría disponga. Lo mismo sucede con todas las manifestaciones culturales. La apreciación de la excelencia, exige que el público tenga un nivel cultural que le acredite con una condición de conocedor. Sólo así, esa fusión de arte y valor tendrá su merecido reconocimiento. Pienso que cada vez hay menos personas cultas; por eso, cualquier absurdo es elogiado. Ya nadie se envuelve en investigaciones profundas, salvo excepciones por supuesto que son minoría tanto en la República Dominicana  como en el resto del mundo. Sobre ellos pesa la responsabilidad de mantener viva la calidad cultural, científica y de otros órdenes.